Acercarnos a Dios, nuestro Padre, siempre es válido y necesario. Hay que reconocer, sin embargo, que esa cercanía es más común cuando pasamos por malas rachas, situaciones adversas o tiempos difíciles. Pero ¿dónde queda el Señor cuando todo marcha bien en nuestra vida? Desde mi punto de vista es en las temporadas exitosas cuando más deberíamos acudir a Él para dar gracias. Tener familia, empleo, techo, alimentación y salud son razones suficientes para vivir agradecidos.
La palabra “gracias” es corta pero tiene un enorme poder en nuestra relación con Dios y con las personas. En un episodio de la Biblia leemos que Jesús sanó a diez leprosos. ¡Imagina el gozo que sintieron al verse libres de esa terrible enfermedad que los marginaba de la sociedad! Sin embargo, solo uno regresó a dar gracias y lo hizo con la misma pasión y vehemencia con la que pidió el milagro.