Orar es hablar, comunicarse con Dios. Sabemos que la comunicación es determinante si queremos relacionarnos, por lo que debemos aprender a hacerlo, especialmente cuando buscamos una respuesta del Señor. Mientras más íntima sea nuestra relación con Él, más respaldados y confiados nos sentiremos, incluso en medio de la dificultad.
Orar no es repetir palabras, no es sentarse a balbucear hasta quedarse dormido. Si queremos buenos resultados, aprendamos las condiciones necesarias. Sabemos que muchas veces no logramos lo que queremos porque no seguimos las instrucciones correctamente, incluso por un pequeño detalle se pierde un negocio o un juicio. Todo afecta: la falta de un sello o de una firma. Lo mismo con la oración. La forma influye tanto como los motivos, ya que no importa cuánto tiempo ores, si pides algo malo, Dios no te escuchará.
Satanás le teme a los hombres que saben hablar con Dios, porque tienen influencia y logran prodigios. Al entrar en la dimensión sobrenatural de la oración, adquieres fuerza y poder para luchar contra el enemigo y hacer a un lado sus mentiras. Así sucedía con los hombres de los que habla la Biblia. Ellos no eran perfectos, al contrario, muchos tenían terribles defectos, pero sabían habla con Dios y obtenían poderosos resultados. Por ejemplo, Elías hizo que descendiera fuego del cielo; Moisés tenía la potestad para detener las plagas en Egipto, y Daniel salió ileso del foso de los leones. La oración es poderosa para defendernos de ataques y también para impulsarnos a lograr nuestros sueños. Incluso en medio de la adversidad nos da fortaleza, como a Job, quien perdió todo en un día, sin embargo, oró y al final fue restablecido con más de lo que tenía. Acércate al Señor con fe y verás resultados impactantes.
Durante la consagración del templo, Salomón oró y la presencia de Dios los llenó2. En ese momento hubo oración, ofrendas. Ante tales elementos, tu oración no dejará de ser escuchada. Si alguien se acerca a ti con un regalo, inmediatamente le pones atención. Lo mismo sucede con Dios a quien podemos honrar con ofrenda para llamar Su atención. ¿Verdad que la forma afecta? Si tu hijo llega a exigirte, cuesta que le des lo que te pide, pero si se acerca con cariño, cuesta negarse a lo que quiere. Jesús sabía esto, por eso, nos enseñó varios elementos que favorecen nuestra oración.
El primer elemento para orar es que lo hagamos a solas, en la intimidad de nuestra habitación. El segundo elemento es usar pocas, pero efectivas palabras. El tercer elemento es la humildad; y el cuarto elemento es pedir, aunque el Señor ya sabe lo que necesitamos3. Estos cuatro elementos son importantes, aunque la humildad es determinante. Ser humildes implica ser sinceros, sin dobleces ni mentiras porque Dios nos conoce y desea ayudarnos4.
Sobre la humildad en la oración, Jesús nos dio un ejemplo muy claro. El del fariseo y el del cobrador de impuestos que se acercaron a orar, cada uno con una actitud diferente. El fariseo hablaba de cosas correctas, pero la forma de hacerlo era incorrecta porque lo hacía con orgullo, humillando de otros. Por lo tanto, la oración solo le sirvió para condenarse. Al contrario, al cobrador de impuesto, la oración le sirvió para ser escuchado y perdonado, por su actitud humilde5. Una de las grandes mentiras de Satanás es que si pecamos no podemos orar, pero no es así. Debemos acercarnos con fe en que Dios puede perdonarnos; entonces nuestra oración se vuelve poderosa porque tiene dos elementos importantes: humildad y arrepentimiento de pecados. Transforma tu oración con estos elementos y verás que tocarás el corazón de Dios, te escuchará y te dará respuestas. Él no busca que seas perfecto, sino que tengas un corazón quebrantado y humilde para acercarte y pedirle.
Los discípulos vieron que el secreto de Jesús era Su forma de orar, por eso, le pidieron que les enseñara. Y Él ofreció la clave para hacer una oración poderosa. A la humildad y al arrepentimiento debemos agregar la fe. Si te acercas llorando desconsolado, no estás demostrándole que confías en Su amor. Tus lágrimas no lo mueven, solo tu fe lo hace. Así que una oración poderosa es aquella que se hace con la certeza de que Él es omnipotente. Pide en oración, pero no con vanas palabras, sino con humildad, confianza y arrepentimiento6. Confía, búscalo con fe y serás atendido7.
Otro elemento importante es honrar a Dios con nuestra oración, como un hijo se acerca con respeto a su padre8. Si al arrepentimiento, humildad y fe le agregas adoración, logras ese es olor fragante digno de ser atendido. David lo logró. A pesar de ser un hombre que había cometido graves errores, al final de su vida, oró confiado en que el Señor escudriñó su corazón y haría de su descendencia una generación que le adoraría y serviría. Este hombre encontró el motivo correcto para orar, pidió por su familia y fue escuchado9.
Sé humilde, arrepiéntete de tus pecados, y demuéstrale tu fe al Señor. Entonces encontrarás el motivo correcto para orar: tu familia, tu nación, tus amigos, tus finanzas. Las oraciones poderosas generan transformación y obtienen los mejores resultados. Cree por milagros, señales y prodigios. Dile: “Padre, oramos con fe, alabando Tu nombre; declaramos que eres poderoso Rey de reyes y Señor de señores. Te pedimos que nos des la fuerza, la constancia y el ánimo para unirnos a un movimiento de oración que atenderás complacido. Gracias porque sabemos que nos responderás”.
Orar no es repetir palabras, no es sentarse a balbucear hasta quedarse dormido. Si queremos buenos resultados, aprendamos las condiciones necesarias. Sabemos que muchas veces no logramos lo que queremos porque no seguimos las instrucciones correctamente, incluso por un pequeño detalle se pierde un negocio o un juicio. Todo afecta: la falta de un sello o de una firma. Lo mismo con la oración. La forma influye tanto como los motivos, ya que no importa cuánto tiempo ores, si pides algo malo, Dios no te escuchará.
Satanás le teme a los hombres que saben hablar con Dios, porque tienen influencia y logran prodigios. Al entrar en la dimensión sobrenatural de la oración, adquieres fuerza y poder para luchar contra el enemigo y hacer a un lado sus mentiras. Así sucedía con los hombres de los que habla la Biblia. Ellos no eran perfectos, al contrario, muchos tenían terribles defectos, pero sabían habla con Dios y obtenían poderosos resultados. Por ejemplo, Elías hizo que descendiera fuego del cielo; Moisés tenía la potestad para detener las plagas en Egipto, y Daniel salió ileso del foso de los leones. La oración es poderosa para defendernos de ataques y también para impulsarnos a lograr nuestros sueños. Incluso en medio de la adversidad nos da fortaleza, como a Job, quien perdió todo en un día, sin embargo, oró y al final fue restablecido con más de lo que tenía. Acércate al Señor con fe y verás resultados impactantes.
Durante la consagración del templo, Salomón oró y la presencia de Dios los llenó2. En ese momento hubo oración, ofrendas. Ante tales elementos, tu oración no dejará de ser escuchada. Si alguien se acerca a ti con un regalo, inmediatamente le pones atención. Lo mismo sucede con Dios a quien podemos honrar con ofrenda para llamar Su atención. ¿Verdad que la forma afecta? Si tu hijo llega a exigirte, cuesta que le des lo que te pide, pero si se acerca con cariño, cuesta negarse a lo que quiere. Jesús sabía esto, por eso, nos enseñó varios elementos que favorecen nuestra oración.
El primer elemento para orar es que lo hagamos a solas, en la intimidad de nuestra habitación. El segundo elemento es usar pocas, pero efectivas palabras. El tercer elemento es la humildad; y el cuarto elemento es pedir, aunque el Señor ya sabe lo que necesitamos3. Estos cuatro elementos son importantes, aunque la humildad es determinante. Ser humildes implica ser sinceros, sin dobleces ni mentiras porque Dios nos conoce y desea ayudarnos4.
Sobre la humildad en la oración, Jesús nos dio un ejemplo muy claro. El del fariseo y el del cobrador de impuestos que se acercaron a orar, cada uno con una actitud diferente. El fariseo hablaba de cosas correctas, pero la forma de hacerlo era incorrecta porque lo hacía con orgullo, humillando de otros. Por lo tanto, la oración solo le sirvió para condenarse. Al contrario, al cobrador de impuesto, la oración le sirvió para ser escuchado y perdonado, por su actitud humilde5. Una de las grandes mentiras de Satanás es que si pecamos no podemos orar, pero no es así. Debemos acercarnos con fe en que Dios puede perdonarnos; entonces nuestra oración se vuelve poderosa porque tiene dos elementos importantes: humildad y arrepentimiento de pecados. Transforma tu oración con estos elementos y verás que tocarás el corazón de Dios, te escuchará y te dará respuestas. Él no busca que seas perfecto, sino que tengas un corazón quebrantado y humilde para acercarte y pedirle.
Los discípulos vieron que el secreto de Jesús era Su forma de orar, por eso, le pidieron que les enseñara. Y Él ofreció la clave para hacer una oración poderosa. A la humildad y al arrepentimiento debemos agregar la fe. Si te acercas llorando desconsolado, no estás demostrándole que confías en Su amor. Tus lágrimas no lo mueven, solo tu fe lo hace. Así que una oración poderosa es aquella que se hace con la certeza de que Él es omnipotente. Pide en oración, pero no con vanas palabras, sino con humildad, confianza y arrepentimiento6. Confía, búscalo con fe y serás atendido7.
Otro elemento importante es honrar a Dios con nuestra oración, como un hijo se acerca con respeto a su padre8. Si al arrepentimiento, humildad y fe le agregas adoración, logras ese es olor fragante digno de ser atendido. David lo logró. A pesar de ser un hombre que había cometido graves errores, al final de su vida, oró confiado en que el Señor escudriñó su corazón y haría de su descendencia una generación que le adoraría y serviría. Este hombre encontró el motivo correcto para orar, pidió por su familia y fue escuchado9.
Sé humilde, arrepiéntete de tus pecados, y demuéstrale tu fe al Señor. Entonces encontrarás el motivo correcto para orar: tu familia, tu nación, tus amigos, tus finanzas. Las oraciones poderosas generan transformación y obtienen los mejores resultados. Cree por milagros, señales y prodigios. Dile: “Padre, oramos con fe, alabando Tu nombre; declaramos que eres poderoso Rey de reyes y Señor de señores. Te pedimos que nos des la fuerza, la constancia y el ánimo para unirnos a un movimiento de oración que atenderás complacido. Gracias porque sabemos que nos responderás”.
Versículos de Referencia:
1. Santiago 4:3 dice: Y cuando piden, lo hacen mal, porque lo único que quieren es satisfacer sus malos deseos.
2. 2 Crónicas 7:1 relata: En cuanto Salomón terminó de orar, cayó fuego del cielo y quemó por completo las ofrendas y los sacrificios. Luego, la presencia misma de Dios llenó el templo.
3. Mateo 6:5-8 enseña: Cuando ustedes oren, no hagan como los hipócritas. A ellos les encanta que la gente los vea orar. Por eso oran de pie en las sinagogas y en los lugares por donde pasa mucha gente. Pueden estar seguros de que no tendrán otra recompensa. Cuando alguno de ustedes ore, hágalo a solas. Vaya a su cuarto, cierre la puerta y hable allí en secreto con Dios, su Padre, pues él da lo que se le pide en secreto. Cuando ustedes oren, no usen muchas palabras, como hacen los que no conocen verdaderamente a Dios. Ellos creen que, porque hablan mucho, Dios les va a hacer más caso. No los imiten, porque Dios, nuestro Padre, sabe lo que ustedes necesitan, aun antes de que se lo pidan.
4. Santiago 4:6 advierte: En realidad, Dios nos trata con mucho más amor, como dice la Biblia: Dios se opone a los orgullosos,?pero brinda su ayuda a los humildes.
5. Lucas 18:10-14 enseña: Dos hombres fueron al templo a orar. Uno de ellos era fariseo y el otro era cobrador de impuestos. Puesto de pie, el fariseo oraba así: “Dios, te doy gracias porque no soy como los demás hombres. Ellos son ladrones y malvados, y engañan a sus esposas con otras mujeres. ¡Tampoco soy como ese cobrador de impuestos! Yo ayuno dos veces por semana y te doy la décima parte de todo lo que gano.” El cobrador de impuestos, en cambio, se quedó un poco más atrás. Ni siquiera se atrevía a levantar la mirada hacia el cielo, sino que se daba golpes en el pecho y decía: “¡Dios, ten compasión de mí, y perdóname por todo lo malo que he hecho!” Cuando terminó de contar esto, Jesús les dijo a aquellos hombres: Les aseguro que, cuando el cobrador de impuestos regresó a su casa, Dios ya lo había perdonado; pero al fariseo no. Porque los que se creen más importantes que los demás, son los menos valiosos para Dios. En cambio, los más importantes para Dios son los humildes.
6. Mateo 6:10-12 enseña: Ven y sé nuestro único rey.?Que todos los que viven?en la tierra te obedezcan,?como te obedecen?los que están en el cielo. Danos la comida que necesitamos hoy. Perdona el mal que hacemos,?así como nosotros perdonamos?a los que nos hacen mal.
7. Lucas 11:9-10 explica: Por eso les digo esto: pidan a Dios y él les dará, hablen con Dios y encontrarán lo que buscan, llámenlo y él los atenderá. Porque el que confía en Dios recibe lo que pide, encuentra lo que busca y, si llama, es atendido.
8. Mateo 6:9 enseña: Ustedes deben orar así: Padre nuestro?que estás en el cielo:?Que todos reconozcan?que tú eres el verdadero Dios.
9. 1 Crónicas 17:25-27 explica: Dios mío, yo me atrevo a pedirte esto porque tú has dicho que mis descendientes serán siempre los reyes de tu pueblo. Tú eres Dios, y has prometido hacerme bien. Por eso te ruego que bendigas a mis descendientes para que siempre te sirvan, porque a quien tú bendigas le irá bien.